El pánico a no hacer de nuestra vida algo productivo ha desencadenado en una fobia hacia todo lo que se considere perder el tiempo. Tenemos siempre que estar haciendo algo con nuestra vida.

Y si bien esto en principio no suena mal, todos necesitamos un margen de maniobra para hacer cosas sin “objetivo” alguno. Esos instantes en los que leemos un cómic, contemplamos los árboles del parque, observamos a unos niños saltando desde los columpios o simplemente, nos sentamos a leer en un banco de madera sintiendo el sol de invierno en las manos, son necesarios. Nos alimentan más de lo que pensamos.

Porque la inspiración no siempre te tiene que encontrar trabajando, sino más bien provisto del hábito de hacerlo y preparado, eso sí.

Que nadie se alarme: no decimos que sea necesario vegetar como un aloe vera para ser más feliz, ni para ser más eficiente; simplemente os recordamos que los tiempos muertos son necesarios. Y que cada día, al planificar tu jornada sería de gran ayuda que contarás con esos paréntesis en blanco, con esos momentos de improvisación para sentirte mejor y hacer las cosas de la mejor manera posible.

¿Acaso existe alguna partitura que no tenga silencios en alguno de sus pentagramas? Bueno, no sabemos si es un buen ejemplo. Pero con más sonidos de los necesarios es más que posible que esa bonita canción que pretendes tocar sólo sea ruido.